Mal dia para buscar

10 de marzo de 2013

Yahoo, el teletrabajo y la libertad.

Yahoo! decidió, de un plumazo, eliminar el teletrabajo en su empresa.

Eso escandaliza a muchos que consideraron que aquello era una manera de dejarles gestionar su tiempo de la mejor manera posible y un nuevo avance en la satisfaccion que debe de darte, casi por definición, tu evolución laboral. Por supuesto que aquello va en contra de todos esos estudios que mantienen y demuestran las bondades de trabajar en casa tanto para el empresario como para el trabajador y se ve como un golpe dictatorial por parte de un nazi insensible con cara de mujer que es, ahora mismo, quien manda allí.

El teletrabajo es algo molón. Sin embargo se sustenta en pilares de arena. Conozco a quien, con una jornada flexible, habita en sus deberes a todas horas sin llegar al equilibrio personal que exige una disciplina autoimpuesta. Conozco a quien, también, es capaz de procrastinar de una manera semiprofesional hasta el deadline definitivo que termina con su despido. Hace unos meses se descubrió que un informatico flexible habia subcontratado a unos chinos online para hacer su trabajo mientras se dedicaba a ver videos de gatitos. Creo poder afirmar que cualquier empresario podrá asegurar que le importa bastante poco el tiempo que se dedique a trabajar siempre y cuando obtenga de ese trabajo un euro más de lo que le cuesta mantenerlo.

Pero, como casi todo, las cuestiones de trabajo son cuestiones entre personas. Se basan en la confianza y la honestidad. Cuando el trabajador intenta sacar el máximo rendimiento con el mínimo de esfuerzo o el empresario quiere convertirse en el sheriff irracional de la barraca, caducan. Algunos dicen que el teletrabajo es un invento del gran capital para ahorrar en infraestructuras, dietas y oficinas. Otros dicen que el teletrabajo es una máquina de generar vagos que no son tutorizados lo suficiente. Mi padre, que fue un gerente al estilo tradicional del siglo pasado, decía que "el ojo del amo engorda el ganado".

En 1999 monté un negocio con dos tipos. Les junté y les dije que les iba a dar libertad, que les sostendría si se caían y que eran libres para sacar adelante aquella idea con los horarios, protocolos y sistemas que consideraran, siempre y cuando estuvieran dentro de la legalidad. "Vosotros sereis los responsables de vuestro propio trabajo"- les dije. Perdí una cantidad de dinero infernal. Los dos trabajan ahora mismo a golpe de orden expresa sin tener que pensar ni decidir por ellos mismos. El teletrabajo o la libertad fue, en aquel caso, una perdición de la que tuve que responsabilizarme.

A veces se nos olvida que la libertad supone, casi por definición, ser responsable de nuestras responsabilidades y, de la misma manera que algunos adolescentes no son capaces de decidir cual es la hora correcta de volver a casa, algunos no son capaces de trabajar por si mismos.

No soy un enemigo del teletrabajo, en absoluto. Simplemente comprendo que más de uno no está preparado para ser libre, porque en eso consiste. Querer libertad y no saber usarla es libre albedrío, Sodoma y Gomorra, un after de ojos rojos.

El problema está en que, como en casi todo, la falta de responsabilidad de alguno ataca los merecidos logros de otros. Quizá por eso los padres ponen normas a sus hijos hasta que aprenden a usarlas, quizá por eso los gobiernos se dedican a poner normas una y otra vez. Quizá por eso los manuales de instrucciones dan indicaciones absurdas: porque alguno no supo utilizar el producto.

3 comentarios:

Ses dijo...

Es que en lo del trabajo hay que poner algo de autoridad, que no es lo mismo que ser autoritario, ja, ja.

Alberto Secades dijo...

Si tuvieses una tienda (es un suponer), ¿cómo harías para resolver, con teletrabajo, la cosa esa -tan antigua- de tener que atender a los clientes?

Molina de Tirso dijo...

Estoy de acuerdo contigo, lo malo de esto es que los que tienen la responsabilidad no se molestan (o no tienen capacidad y por tanto no deberían estar ahí), no se molestan decía, en averiguar quién es responsable y quién no, y se ponen a vigilar y a dar consejos tontos a los que no los necesitan cabreándolos innecesariamente cuando, precisamente, necesitan que "esos" trabajen contentos. Más o menos, como los libros de instrucciones pero en distancias cortas. ¡Absurdo!