Mal dia para buscar

29 de abril de 2014

21 amenazas vascas

El gran hermano institucional ha decidido castigar a todos aquellos que, estúpidos e indecentes como el que más, van por las redes sociales diciendo que hay que matar a uno o poner una pistola en la nuca del otro. 21 detenidos convenientemente publicitados. Es lógico y es lícito que no se quede impune apostar por los asesinatos y las muertes, por mutilar a los niños del enemigo o por hacer volar por los aires los sueños y aspiraciones de personas humanas como la tia abuela del que lo puede llegar a escribir. Dos condenas: una por cabrón y otra por gilipollas.

Hasta ahí creo que podemos estar de acuerdo.

El problema reside en el momento en el que decir que matar a un policía es un delito y matar a un moro es una broma. El problema está en el momento en el que apoyar las armas en un lugar es inconcebible y apoyarlas en Afganistán es una defensa de las libertades institucional, probablemente porque la sangre, cuando está lejos, salpica menos.

Es indecente, inmoral y condenable que alguien que se supone que es un ciudadano de bien se pueda permitir la desvergüenza de escribir algún tipo de soplapollez buscando polémica o visitas, hacerse el gracioso o creerse el rey de los imbéciles. Es indecente en todas las direcciones aunque alguna sea "lisergia digital" o el mismísimo "gara", aunque alguna sea el cuaderno parroquial de la archidiócesis de Albacete (esto es inventado) o la carta pastoral del imán de Bamako (Mali).

Como siempre parece que las barbaridades son mayores si las dice uno o si las dice otro y es eso, precisamente, lo que va en contra de la democracia que se basa, tal y como me lo enseñaron a mi, en el que las personas valen lo mismo y pueden ser libres de apostar por sus ideas, correctas o incorrectas, siempre y cuando no se metan con la libertad de los demás.

¿Hay mucho idiota en Internet? Más del que podemos imaginar. Unos dicen que hay que matar negros, otros que hay que violar a sus ex parejas, algunos hablan de asesinar blancos para discriminar positivamente a las clases oprimidas, apedrear mujeres, otros hacer un apartheid de catalanes, sodomizar a los vascos y 21 tipos dijeron que había que rematar a las víctimas que ETA dejó a medias. La capacidad intelectual de todos es la misma: ninguna.

Y a todos hay que tratarlos por igual. A todos se les ignora o a todos se les mete en la cárcel. Diferenciar es ser uno más.

Pd: y poner a la policía a intentar parar las barbaridades de internet es como parar la piratería o ponerme a mi, con un colador, a parar un tsumani en medio de la playa esperando al temporal.

26 de abril de 2014

Mi madre y la generalización.

Todos los días, a las 21h30. llamo por teléfono a mi madre. Me la imagino al lado de aparato, sentada en la esquina del sofá mientras la televisión la distrae de ver pasar los minutos entre las 21h15 y las 21h29 que es cuando, sumida en la misma inquietud del fan que ve cómo se apagan las luces para que aparezcan sus artistas, empieza a mirar la pantalla monocromática. Después se hace la despistada y espera noticias del mundo exterior, me dice que me quiere cuando hay una pausa y hablamos de las noticias de la prensa. En ese momento, jubilada arquetípica, se queja y habla de lo mal que está todo, de que no hay ningún programa bueno de televisión y de que todos los políticos son unos ladrones.

-No hay que generalizar, mamá- le digo.

Y entonces, esquivando la obviedad de mi argumentario y sabiendo que no se ha saltado una sola consulta electoral desde que estamos en democracia, vuelve a los casos que le bombardean desde los medios llegando incluso a la conclusión de que éste es un pais lleno de miseria moral característica. Sigue en su imagen de costra estatal por la que los franceses, los ingleses y todos los demás, nos llevan una gran ventaja en cuestiones de solidaridad, responsabilidad y limpieza, porque la limpieza es muy importante para una jubilada. "¿Comes bien?"- me pregunta después.

Una de las cosas que dicen que tiene la manida crisis es que por fin y sin que sirva de precedente empieza a verse, allá por el horizonte, una cambio de actitud en gran parte de las personas. Dicen que cambian los hábitos de consumo, que existen unos segundos de reflexión antes de hacer la próxima gilipollez y que las familias comen más comida hecha por ellos mismos con lo que es probable que haya un repunte en la salud de la población. "Como bien, mamá"- respondo. "También hago más deporte"- porque el deporte es gratis, excepto si la equipación deportiva es más importante que el desgaste físico.

-Los deportistas son más guapos- sentencia sin recordar a los lanzadores de peso de la Europa del este de los años 70 y a las competidoras de Halterofilia (que, como todas las filias, me produce repelús)

Entonces me doy cuenta que yo, como si empezara a ser una copia de mis progenitores, he empezado a generalizar sin darme cuenta que algunos estudios afirman que ésta generación que ahora se acerca o sobrepasa por poco los 40 tiene una gran probabilidad de morir sola, sin llamadas de teléfono y sin nadie que le diga que está generalizando. Es un hecho demostrable que cuanto mayor es el número de personas que nos rodean mayores son las burbujas que nos creamos para aislarnos de los demás y mayor la soledad que nos embarga. La mera observación de las redes sociales y de los selfies grupales catalizada por el eco del click en la habitación es un componente de riesgo.

Hay que entretenerse para no pensar. Hay que escribir comentarios, participar de las festividades, creerse un generador de opinión, dejarse llevar por el marketing y lo que mola, lo que es cool. Saber lo que significa LOL y WTF. Apostar por las bondades absolutas y criticar las maldades malísimas. Ser un TROL de internet sin serlo, sin reconocer la delgada línea roja que hay entre una cosa y la otra cuando, en realidad, tampoco somos mucho y juntos lo somos todo pero nunca estamos juntos en realidad.

Así que la policía de NY ha decidido darse un baño de multitudes y pedir a todos esos que usan las redes sociales y generan extraños estados de opinión que les envíen fotos que demuestren los estupendamente bondadoso que es cuerpo de seguridad (y "cuerpo de seguridad" no se refiere a ese teléfono que nunca falla). Las personas, poseídas por una generalización parecida a la que tiene mi madre con los políticos, han mandado miles de imágenes que hablan de brutalidad policial y malos tratos, que hablan de lo malísimo que es darle una porra y una pistola a un americano obeso, inculto y al que seguramente le han pegado en su infancia, para mantener supuestamente el orden en una colmena llena de hombres justos.

Porque existe una manera de creer que todos los hombres son justos, todos los militares asesinos, todos los policías fascistas, todos los perros buenos, todos los cazadores malos y todos los negros bien dotados.

En realidad ya no hace falta ser jubilada para generalizar, para simplificar la realidad, para creer las mentiras que nos hacen sentir que tenemos razón global sobre la verdad. Todos, absolutamente todos los que __________ son unos ________, y los demás dirán que el video de Amaral es un ejercicio de valentía cuando es un ejercicio de generalización simplista.

Y después, cuando se sientan inseguros, llamarán a la policía que, como tú y como yo, es básicamente bondadosa pero de vez en cuando comete alguna maldad o alguna equivocación.

Ni siquiera los sistemas operativos funcionan bien siempre. Quizá el microondas, hasta que meto un poco de papel de aluminio. Quizá un hombre santo, hasta que le meten el dedo en el ojo.

Se soluciona con una llamada a casa, a las 21h30.

21 de abril de 2014

Aral, la metáfora con forma de desierto.

A mediados de los 70, que ya pertenece a esa parte de la historia en el que el ser humano se creía por encima de naturaleza, los entes gubernamentales soviéticos decidieron que necesitaban algodón y para lograrlo se dispusieron a desviar un par de ríos con el fin de regar los campos. En algún momento alguien se percató que aquello acabaría con el Mar de Aral y, como un administrador de males menores, la autoridad sentenció que aquel mar caería como un buen soldado en el frente para ayudar a ganar la batalla.

Ahora, unos pocos años después, no hay mar, no hay unión soviética y nadie quiere algodón.

En los años 50 Detroit era el centro del universo. Desde ahí, capitalizando el mundo en todas las facetas de la palabra, se creaba el gran sueño americano. Dos millones de soñadores poblaban sus calles y mientras uno tiraba para un lado y otro para el otro, la cuidad se murió siendo un espejismo en bancarrota que deja entrever los huesos del cadáver de la codicia y la globalización.

De la misma manera que los propietarios de las conserveras de Moynaq se hicieron ricos, los dueños de General Motors miran hacia otro lado cuando se les ponen las fotos de sus muertos sobre las mesas de cristal de sus despachos.

En realidad estos no son más que ejemplos extremos del siglo XX, que fue el siglo de los extremos. Un siglo en el que el fascismo creyó ser capaz de aniquilar al mundo, el capitalismo engañar al mundo y el comunismo en arruinar al mundo. Fue un siglo en el que los científicos descubrieron asustados que tenían en sus manos la capacidad de arrasar el planeta con unas cuantas bombas y un siglo en el que descubrimos que si queríamos podíamos ir a merendar a la luna.

Debajo de mi casa hay locales abandonados con maniquíes podridos por la luz del sol en el escaparate. En medio de las carreteras se amontonan prostíbulos arrasados con zapatos de tacón raídos y dispongo de grandes edificios "grafitados" que se reflejan sobre las aguas que una vez poblaron barcos que traían y llevaban sueños al otro lado del océano.

Nuestra historia, que se emociona con un trozo de sílex tallado en una cueva del Caúcaso, desprecia y arrincona los últimos fracasos o las últimas apuestas que salieron mal a los faraones de nuestros tiempos y, también hay que decirlo, las pirámides estaban edificadas sobre vergeles que ya no existen de la misma forma que algunas civilizaciones fueron devoradas por las selvas tropicales para que las encontrara la mismísima Lara Croft.

Cada vez que se hace una apuesta existe el riesgo de perder. El que no llora no mama. El que no juega no pierde. El que se cree por encima del bien y del mal deja uno o millones de cadáveres en cualquiera de sus variantes: carreteras que no llegan a ningún lugar, centrales nucleares sin acabar o reventadas, promociones urbanísticas como esqueletos, exilios e historias que hablan de lo que pudo ser. Y no fue.

Nadie tira los escombros.

En el casino de la vida no tiene por qué ganar la banca aunque la banca sea nacer, estudiar, enamorarse, procrear, enseñar, mejorar y morirse. Algunos van al rojo y les sale negro, como en el anuncio. Sin embargo también tenemos nuestros cadáveres y son mucho más imponentes según nos creemos con la capacidad de dominar la naturaleza porque no hay una gran diferencia entre lo que hace la sociedad como un gran monstruo global y lo que hacemos en cada uno de nuestros castillos. Cambia la escala. Hay un día en el que creemos poderlo casi todo. Podemos coger un avión al otro lado del mundo con un destructivo animal autóctono y dejarlo libre para arrasar Australia (como pasó con los conejos). Podemos atentar contra el primer ministro de Canadá y hacer tambalearse al mundo, matar a John Lennon para pasar a la historia, irnos a vivir a Cuenca, poner las fichas en la casilla de una persona que puede ser la equivocada o esperar, sin más, sin querer aprender y sin mirar las ruinas.

Suiza no se arruinó tanto porque decidió no entrar en conflictos de la misma manera que aquellos que se dejan llevar tienden a no perder o ganar como hacen los soñadores, los valientes, o los gilipollas que corren con la bandera delante de las filas enemigas hasta que les meten un tiro entre los ojos.

Una vez me contaron que en las regiones del centro de China existen grandes cráteres cerca de pueblos evacuados que rompen una belleza natural incomparable porque allí se probaron las bombas atómicas de Mao. No aparecen en los mapas y nadie habla de ello como un gran tabú, pero ahí están siendo responsables de la posición de aquella nación monstruosa en el mundo y también de malformaciones naturales y humanas indecentes.

Así que el algodón soviético, los coches americanos, las pirámides egipcias y el poder chino dejaron a su paso pequeño al caballo de Atila y, sin embargo, sustentan parte de ese poder artificial ante el que nos arrodillamos servilmente y no como Charlton Heston ante las ruinas de la estatua de la libertad, maldiciendo.

Algunos habitantes de lo que era la costa del Mar de Aral esperan (sin hacer nada) que vuelvan las aguas y los peces, la bonanza y los barcos que están podridos en el desierto que fueron sus corales. Otros se dejan consumir por el sol ajenos a cualquier esperanza. Todos son el tapete donde jugaron a los dados aquellos que se creyeron dioses. Quizá el resto de los planetas sean las fábricas desoladas de intentos fallidos por creadores superiores y nosotros sigamos el mismo patrón, pero con otra escala. Quizá, sencillamente, hemos aprendido a hacer antes que a pensar y se nos ha evaporado el mar.

Al fin y al cabo, el Mar de Aral es una metáfora con forma de desierto que habita en cada lugar donde reside el hombre moderno. Cada lugar es su monte, su fábrica, sus ríos, su casa, su alma, sus sueños o su corazón.

14 de abril de 2014

Los superhéroes bipolares.

Una de las cosas que tienen en común los superhéroes es que proceden de un pasado atormentado. Spiderman perdió a su padre y mataron a su tío, Batman vió como un delincuente callejero pegaba dos tiros a bocajarro al señor Wayne detrás del teatro, Superman perdió un planeta entero y el señor Banner era el incomprendido hijo de un alcohólico.

Tenemos que reconocer que quizá aprendimos que un gran drama era la condición obligada para un buen héroe. A Iñigo Montoya le mataron a su padre y buscaba la venganza mientras su enemigo se preparaba para morir.

Así que parece que hay que sentir o creer que se siente un dolor intenso como paso previo para ser el héroe que quisimos ser. Hay que sentir una gran pérdida, un desarraigo, un engaño, un crimen. Hay que alimentar la excusa del vengador, pero siendo un vengador de los buenos, de los que salvan el planeta y a si mismos para, después, hacerse el modesto y esconderse en una callejuela de la gran ciudad mientras la población se alegra de haber sido salvada por otro. La alegría popular tampoco está dentro del papel del héroe y , sin embargo, contiene la satisfacción de la misma manera que los padres se contienen el primer día en el que sus hijos montan por si solos en bicicleta.

Quizá por esa enseñanza a golpe de cómic más de alguno (y de alguna) viven en un mundo sinusoidal creyendo que deben de hacer más dramáticas sus penas para lograr un impulso mayor que les lleve al nirvana de la verdad y la justicia. Las borracheras son más lloronas y los polvos más enérgicos. Las discusiones exceden de lo aceptable y la exaltación de la amistad roza el postureo. La aceleración del coche les clava contra el asiento y , sin embargo, la obsolescencia programada les deja en una cuneta, con la lluvia empapando, el teléfono sin cobertura y solamente acompañados por la chica de la curva y un reportero de Cuarto Milenio.

Parece que si no pasa nada, excesivo en uno u otro sentido, desaparece el interés por vivir.

No sé cuando empezamos a adorar los dramas y los excesos casi carnavalescos de la vida.

En ese mundo poseído por aquellos que tienen una depresión o están exultantes parece que no queda lugar para la paz, para la monotonía, para la falta de causalidad, para las tardes tumbado en el sofá o para unas vacaciones aburridas en las que no pasa nada. No hay sitio para vivir sin pensar si esa puede ser LA persona, el polvo definitivo o el divertimento del jueves por la tarde. Llorar o reir, sin punto intermedio. Los días han de ser, como el pronóstico de un meteorólogo bipolar, exceso de sol o catástrofes medioambientales.

Y, a veces, lo mejor es que disfrutemos de una temperatura agradable. A veces los superhéroes apoyan su cabeza sobre ti y te miran desde abajo quedándose dormidos. Y ya te han salvado. A veces esperas que aparezca un supervillano destrozándolo todo y, cuando todo esté casi perdido, con una capa, un poco de licra y entre las sombras de la noche, te recupere de una muerte segura, te mire sin decirte nada perforándote el corazón castigado por el anteúltimo desengaño y se gire rápidamente para volver a su guarida.

Por alguna razón somos una generación a la que le engañaron contándole que podía ser un superhéroe si se esforzaba lo suficiente, que todos teníamos un poder oculto, que cuando todo pareciera lo suficientemente perdido la verdad se iba a imponer y que el mal no gana nunca. Nos enseñaron a ponernos en forma, a comer sano, a dejar de drogarnos, a reservar apartamentos por internet. Aprendimos lo que era una batamanta, una almohada anatómica y un repelente de cucarachas. Algunos hasta resolvíamos integrales eulerianas en breves instantes.

Se nos olvidaron varias cosas. Dejamos de tener paciencia para ver un video completo, de llegar tarde porque nos topamos con una puesta de sol, de oir serenamente un disco de música clásica o algo que no fuera un single simple y estúpido abotargado como la telerrealidad. Se nos olvidó esperarla porque no estaba en el momento que creímos necesitarla o porque, aunque su última hora de conexión fue después de nuestro mensaje, no respondió y empezamos a creernos los argumentos malévolos de un telefilm de 76 minutos con pausas para publicidad. Se nos olvidó lo maravilloso que es, a veces, aburrirse, comprar yogurt, repartir entre dos el último calabacín, dormir abrazados o quererse despacio, mirando a los ojos, tras haberte devorado con besos que nunca creíste que estaban escondidos ahí. Se nos olvidó que los superhéroes no existen. Se nos olvidó, en realidad, aprender a querernos y dejar que la realidad y no los zafios argumentos que devoramos delante del televisor haga su trabajo.

Quizá eso, lo de conocernos y aprender a mirar dentro sin buscar tormentas o paraísos,  es el superpoder que se nos pasó de largo en siglo XXI.

Ese y teletransportarse.


12 de abril de 2014

Vacaciones (al 26%)

Con un 26% de paro y una inmensa mayoría de habitantes de vacaciones he llegado a la conclusión de que ésta es la imagen del español medio:
Porque algunos, cuando después de quejarse tanto y de criticar tanto y de hablar de la solidaridad global, las desigualdades y lo mal que lo pasan para poder comer todos los días, ponen la misma cara de los jubilados cuando cruzan los semáforos en rojo: hacen como que no te han visto, desvían la vista al frente y se alejan después de hacerte frenar.

Y luego, con un vino al sol, se pavonean sin ser pavos, porque son gallinas.

9 de abril de 2014

Es literatura, estúpidos

Vivimos subyugados por opiniones, por columnistas fracasados que se empeñan en lanzar palabras como quien lanza boniatos contra las paredes de un ministerio. Vivimos creyendo que realmente los humanos sin el rótulo de actor que aparecen en televisión son de la forma que se muestran, que no hay dobleces y que la imagen pública y la  realidad es exactamente lo mismo. Vivimos creyendo que las personas tienen una sola faceta, una sola imagen, un solo doblez. A los humoristas les paran por la calle para que les cuenten un chiste. A los contertulios les llevan la contraria, a los periodistas deportivos les ponen la zancadilla.

Yo hago literatura cada vez que me siento delante de un teclado y más aún cuando fantaseo con un bolígrafo, esparciéndome con un microrrelato o tres palabras inconexas que me puedan decir algo sin tener que decir , precisamente, nada que sea verdad.

"Se acercó contra mi cuerpo con la ropa desajustada y las yemas de los dedos apretando en la base del cuello" es literatura en estado puro. "A lo lejos, jugando con su teléfono desde la ventanilla del coche e iluminando la calle con los cuatro intermitentes que señalizaban mi destino, un grupo de adolescentes ruidosos se interponían entre el tráfico y la distancia, casi a modo de logística imposible" también es literatura.

Y sin embargo la literatura, como todas las impresiones correctas o incorrectas de la vida, tiene un origen real que se distorsiona según van pasando los párrafos y las ideas comienzan, de una manera mágica, a vivir su propia vida. Conozco a quien tiene los mismos celos de mis frases como yo de sus últimas horas de conexión. Conozco a quien cree, simplista y envidioso ocasional, que todas y cada una de mis historias son ciertas. Son las mismas personas que creen que los vascos somos cerrados y brutos, los catalanes avaros, los andaluces sencillos y los madrileños ególatras y un poco chonis.

Conozco a quien, votante convencido, cuando se le ponen dos declaraciones públicas de su político favorito diciendo con firmeza lo mismo y lo contrario, entra en una paradoja espacio-tiempo que le hace borbotear la masa encefálica.

Abstraerse de la imagen de la verdad es la mejor forma de comprenderla.

Nuestro cerebro no nos permite ver la realidad tal y como es, afirman científicos. El cerebro edita los recuerdos constantemente y eso nos hace ver amores, engaños, penaltis, fracasos, presentes y pasados de una manera lejana a la verdad, como si fuera nuestra forma de hacer literatura con la salvedad de que más de uno se lo cree. El problema está en creérselo y dar por cierto lo que se nos ha formado, como un coágulo, en la memoria.

Superman empezó a ser un problema cuando los niños, con las capas que recibían en navidad, empezaron a saltar de los edificios.

"El aire que me golpeaba la cara ni siquiera llegaba a los pulmones. Entraba ahogando sin darme vida. Giraba la muñeca para tapar con el ruido del motor las escenas dramáticas de las que había escapado tras colgar el teléfono y entonces aquel coche, negro y antiguo, me despertó del letargo casi con un accidente del que volví sin un rasguño. Pensé que por un momento aquella estupidez me hubiera convertido en una estadística, en un hueco a rellenar de la zona de sucesos. Me sentí bufón y estúpido." Es literatura y tampoco lo es. La verdad suele estar por ahí cerca pero siempre hay una decoración, una idea, un filtro, una palabra buscada, un poco más de lluvia o unos dedos que no pasaron tan próximos.

Me da igual que sea sexo, política, una anécdota de bar, la manera en la que nos vimos al abrir la puerta o el día que llegue la próxima despedida. Da lo mismo que sea la imagen de un universo paralelo o el eco de mis pasos si vuelvo a dar paseos inconclusos por el parquet.

Algunos lo hacemos poniéndole nombre y otros lo viven como si estuvieran sumergidos en un mal libro escrito por un guionista en paro. Es literatura, estúpidos.

No todo lo que escribo es cierto. No todo lo que creemos es verdad. Todo tiene un punto válido y mil detalles inventados. Yo no vuelo con capa pero existe mi kriptonita. Lois, ¿donde estás?

7 de abril de 2014

Windows XP, el "fin" del mito.

Mañana se acaba el windows xp. En realidad no quiere decir que por arte de birlibirloque toda esa cantidad de ordenadores con sus windows xp más piratas que Barbanegra (estimado en el 30%) vayan a dejar de funcionar porque sería lo mismo que decir que en el momento en que la SEAT decidió que había que dejar de hacer el 600 todos los coches se fueran a desintegrar dejando a las familias sentadas en el suelo a la altura de Despeñaperros.

Algunos, poseídos por una temporalidad absurda, se quejan amargamente porque Microsoft no libera el código para poder seguir sin pagar un chavo por un sistema operativo caduco como si las empresas tuvieran la obligatoriedad de regalar su trabajo. (Que digo yo que, a no ser que uno sea periodista, lo de trabajar gratis no le gusta a nadie). Así que hablan del secuestro de Microsoft.

Otros, que se creen los hackers del universo como los masters de la programación, ya tienen esa licencia "alternativa" de windows 7 ultimate dispuesta a montarla en ordenadores de hace 10 años porque aseguran, gracias a un foro escrito por un adolescente locuaz,  que el windows 8.1 es peor.

Los cool de Apple se ríen sin percatarse que ellos llevan secuestrados desde que mordieron la manzana y sin comentar que cuando un Mac se actualiza borra sin contemplaciones los programas "piratas". ¿Que pasaría si microsoft borrara todo lo que estuviera pirata en esos equipos que costaron 300€ hace diez años?.

En realidad, desde un punto de vista bastante personal, creo que Microsoft hizo una jugada arriesgada pero maestra con el windows XP. ¿Por qué?. Porque piratearlo era muy fácil, solamente hacía falta una clave válida, a ser posible corporativa. Así que se compraba un equipo de mierda de 300€ y ya estaba en marcha. Luego algunas claves dejaron de funcionar pero, en definitiva, ya estaba la mayoría enganchada. Microsoft llegó a tener una cuota de mercado del 98%. Así que los jubilados, tu prima, una morena que pasaba por ahí, el consumidor de porno online y casi todos tus amigos usaban windows xp. La mayoría lo siguen usando. Muchos compradores, aún hoy en día, insisten en no pagar por algo que creen que debería de ser gratis, infinito, universal y libre. (De Ubuntu no vamos a hablar porque no mola la consola de comandos)

Llegó el Vista, el 7 y el 8. Llegó el 8.1 con su entorno RT que nadie explica que se cierra bajando la manita y de repente, saltaron las alarmas: el Windows Xp deja de funcionar, cosa que nunca ha puesto en el mensaje. ¿Qué nos va a pasar?. Nada. No va a pasar nada. Si tienes un equipo de hace 12 años: tíralo. Yo maté a mi perro y le quería más que tú a tu ordenador pero no quería que sufriera con ese sonido a carraca de ventilador que te resuena cada vez que pone Bienvenido y te quejas por lo mal que va sin pensar que no pagaste nada o casi nada y ha estado funcionando desde que Aznar era presidente del gobierno (en su primer mandato).

Mañana acaba un mito de la misma forma que Renault ya no hace el 5 copa turbo.

Y no hay más. Tampoco se va a acabar el mundo ni va a ser todo gratis. Siempre ha costado dinero. Otra cosa es que, como un buen traficante, te lo diera por la cara para tenerte enganchado.

La gran campaña comercial de Microsoft pasa a la fase 2. Es un negocio. Parece que es un buen negocio.

Y yo prefiero que me digan lo que cuesta algo antes de que me cuenten que es gratis pero no haya un equipo de menos de 1000€. Prefiero que me digan que son 100€ antes de que se dediquen a comerciar con mis búsquedas o me manden anuncios de las cosas que le gustan a las chicas que fisgo en facebook.

Sobre todo comprendo que el windows xp, presentado el 25/10/2001 con trece discos de 3,5", supone el final de un mito pero hasta los grandes deportistas se retiran.

El día que yo vendí mi primer XP me dijo un cliente: "No lo quiero porque me ha dicho un amigo que no va bien. Prefiero el 3.11". Hoy me lo han dicho del Windows 8.1.



Pd: Aquí aprovecho para meter una cuña: MOUSE MULTIMEDIA, para tus ordenadores, teléfonos (ojo a Wiko, que funcionan mucho mejor que esos Bq que apasionan a aficionados), tablets y asesoramiento profesional, que últimamente se añora bastante.

5 de abril de 2014

Bienaventurados los simples.

Llevo años rebelándome contra los idiotas.

No puedo sentarme en una mesa y oir contínuas estupideces que se basan en una visión sesgada del mundo como si se hubiera creado a la medida publicitaria del habitante medio que se regodea en ello. Actuar, que no creer, como si los únicos muebles fueran del Ikea, la única bebida la Coca Cola, el único bar el que está de moda, la única pareja la última que nos besó, el único sistema operativo el de nuestros dispositivos, la única marca de coches la del nuestro y nuestra casa el centro del mundo.

Pero, sin embargo, esa religiosa exclusividad en todos y cada uno de los aspectos les hace felices, les tranquiliza. Lo necesitan porque, en definitiva, no les deja pensar en otras opciones. Evita el malestar de la sensación de error en el que se puede llegar a vivir cuando me percato de todos los lugares y entornos en los que podría estar ahora mismo. Es mucho más reconfortante creer que éste, sea el que sea, es el mejor. Es mucho más inteligente, que no estúpido, creer que éste es el lugar único.

Las publicidades con recursos venden esa idea de exclusividad. La asocian a la felicidad. Es una cuestión de fe. Evita buscar entre opciones, ahorra tiempo, parejas, desencantos y gestión de garantías. Ser un simple, votar entre dos partidos, no leer los títulos de crédito, despreocuparse de si pudiera hacerse mejor, no ir de una canción a otra y quedarse con el numero uno, hacer nada más que el misionero sin pasión, saber donde va a estar el jueves... quizá sea un reflejo de una inteligencia superior en la que, para ser feliz, hay que rendirse. 

Es muy complicado sentirse como aquel guitarrista de los RHCP: frustrado (esto es un chiste para intelectuales con humor). Me empeño en aprender todos los días, soy incapaz de parar y ese es el origen de mis luces y mis sombras, mis destellos y mis profundos desencantos cuando, agotado, tengo que parar de mandar sangre a la cabeza. Bienaventurados los simples, porque de ellos será el futuro corporativo de la felicidad.

Así que el idiota soy yo. Me lo digo a la cara

2 de abril de 2014

Aquella chica y la fiera dentro.

Puedo asegurar que era una chica muy guapa. Sonreía de esa forma gratuita y contagiosa que hacen instintivamente algunas personas. Creo que en algún lugar aún guardo una foto de ella, luciendo piernas delante de una barra de bar y sonriendo, pero sólo una porque en aquella época los móviles con cámara casi eran una exclusividad snob de los freaks. De esto hace demasiados años.

Recuerdo que la conocí de una forma casual, casi en uno de esos momentos en los que crees que te has perdido y te chocas con otra persona despistada, emocional y al borde de un mismo barranco. Su primera mirada fue casi como una temeridad y media hora después estábamos tomando una cerveza. Estuvimos riéndonos y nos dimos cuenta de la forma en la que, a veces, uno se percata que no siempre hay que tener miedo a todo el mundo. Probablemente fue una de esas ocasiones en las que, aunque anochece, aparece una luz en un sitio insospechado.

El dia siguiente me desperté a su lado. Se abrazaba como para no perder. Probablemente, y eso es anecdótico, se puso una cinta elástica en el pelo para que no me fuera por mucho que aquel lugar fuera mi casa. Dormía muy cerca, con una pierna tocándome continuamente. Respiraba fuerte, suspirando entre los sueños, y volvía a sonreir cuando me encontraba a la mañana.

A lo largo de dos semanas apareció con compra para el desayuno y para la cena. Me pidió quedarse alguna noche en la que yo iba a llegar tarde y se acercaba entre las sábanas en el mismo instante en el que, cansado, yo me metía a la cama sin hacer ruido. Se dió cuenta que tenía unos trapos muy viejos. Los cambió. Creo que vino a buscarme al trabajo y me presentó a su hermano mientras me hablaba por encima de su madre y yo, que en aquel momento era un miserable incapaz de darme cuenta de nada que no tuviera que ver con mi culo, empecé a dejar distancia, a ser un hipócrita digno, a reforzar las cerraduras de los compartimentos que cada uno poseemos en nuestras vidas. Así que no hablé de mi de la misma forma que Mickey Rourke solamente habla de él mismo en el momento en el que Kim le abandona, y eso es al final de 9 semanas y media.

Unos dias después de perdernos llamó. Sonaba a desesperación. Era un martes. Era tarde. Probablemente hacía frio. Tuve que pedirle la dirección de su casa porque nunca me había preocupado por ello. Aparqué en el portal y la puerta estaba abierta. Era una de esas casas antiguas, decoradas en los 70, con todas las luces encendidas. En la cocina quedaban botellas abiertas y ella, con una breve camiseta blanca y en ropa interior de esas de usar todos los días, apuraba unas rayas en la encimera. "Me lo he bebido todo"- me dijo. "Esto"- dijo señalando- "lo he encontrado entre las cosas de mi hermano". Puso una beoda y drogada versión de la cara que alguna vez había visto entre mis piernas. Se tropezó al acercarse. Da exactamente igual el tipo de drama que arrastraba por dentro. La sujeté, pregunté donde estaba su cama. "Eres malo"- me dijo dejando el cuerpo caer sobre el mio. La acosté y volvi a la cocina. Me puse a recoger un poco, a abrir las ventanas para que saliera el humo, a poner las botellas cerca de la basura y a tirar la farlopa.

Volví a su cuarto. Estaba desnuda pero de una forma obscena, casi como un pedazo de pecado pero de esos pecados que son malos. La miré desde la puerta con la mano en el interruptor. "Tienes que dormir. No puedes permitirte esto"- dije. Me preguntó si acaso no quería follarla como si no hubiera un mañana. Me recordó esa frase favorita y excitante que me decia: "ya sabes que soy muy oral". Me aseguró que iba a ser una noche de las que no se olvidan, de las que te dejan los músculos clavados a la forma que se queda de las sábanas. Sabía positivamente que esa mujer era capaz de ello pero también me di cuenta que se daba, se quedaba, que parte del tiempo yo fui la excusa con la dejar para después el momento de enfrentarse a ella misma.

Así que me marché.

Al salir a la calle me encendí un cigarro y me paré frente a mi coche. Desde arriba, con aquellos pechos por encima de la barandilla del balcón me gritó "!maricón de mierda, eres un maricón que no me quiere follar. Me follaría cualquiera pero tú vienes y me metes en la cama y no me quieres follar!. !Mañana me voy a follar al primero que vea porque tú no eres nadie para hacerme de menos!. !Ni tú ni nadie!. !No mires, cabrón, no mires!.!No lo mereces!". Y no miré. Dudé incluso porque su sexo siempre había sido diferente pero me di cuenta que era diferente porque me había follado, más con vicio que con pasión aunque a veces sean la misma cosa, para no estar sola. Y lo hacía como bebía: hasta caerse.

En los edificios de la calle se encendían las luces y algunos vecinos me miraban con sonrisas acusadoras.

Pasaron años hasta volver a verla. Estaba algo más gruesa y eso es una buena señal porque significa que ya no hay drogas. Estaba sosegada. Se le escapó una tímida sonrisa. Le pregunté por sus dramas y sus dramas seguían ahí pero tuve la impresión de que ellos y ella habían aprendido a convivir juntos. Yo quise decirle que también estaba aprendiendo a convivir con mis dramas y con mis taras. Que he quitado las cerraduras de las puertas para ver si se van abriendo solas, aunque mi verdad sea peor que mi marketing. No se lo dije.  Me acordé de la canción de Sabina "cómo decirte, cómo contarte, que el cielo está en el suelo, que el bien es el espejo del mal. Nena. Como decirte que Dios le paga un sueldo a Satán. Como contarte que nadie va a ayudarte si no te ayudas tú un poco más".

No hicimos, a lo largo de tres minutos en los que la conversación no fue lo más importante, ninguna mención a aquella noche. Podría asegurar que perdí a alguien que se daba incondicionalmente, brutalmente, ferozmente... pero no lo hacía por mi sino por no quedarse a solas con ella misma. Quiero pensar que, la siguiente mañana, al despertar con la cabeza entumecida, pudo leer ese mensaje que estaba, como la conversación que después no tuvimos, no escrito. Decía: lo mejor que puedo hacer por ti es esperar a que te quieras un poco y después, quizá, tendremos esa noche.

No la tuvimos. Porque nadie va a ayudarte si no te ayudas tú un poco más.

Al fin y al cabo ésta es una historia real que se basa en ese miedo tan contemporáneo a enfrentarse al peor enemigo que muchos llevamos dentro y al que hay que domesticar o comprender para poder acercarnos a los demás. Hay quienes se niegan a hacerlo. Hay quienes necesitan hacerlo. Hay a quien les supera. Hay quienes no tienen más remedio que hacerlo. Hay muchos que son incapaces de aceptar que se la llevan consigo a todos los sitios. "La fiera dentro" se llama una canción de Julio de la Rosa.