Mal dia para buscar

27 de octubre de 2014

ESoftonic o el primer ocaso del Lazarillo 2.0

Los gurús tecnológicos españoles están tristes. Dos de las empresas que se suponía que eran referentes están de capa caída: eDreams y Softonic. Unos dicen que se hunden porque las compañías aéreas les están dando la espalda y otro porque Google ya no les pone entre los primeros resultados cuando se busca "office gratis".

En realidad es porque ambos eran son , como casi todas las empresas que juegan la baza del precio como único y exclusivo argumento, una auténtica porquería preparada para estafar o engañar someramente al cliente. Es, más o menos y sin señalar mucho, publicitar ofertas que no existen cuando el cliente llega, ilusionado y feliz, el primero y al abrir. En ese momento un muchachote con una camiseta roja le dice, con cara de pesadumbre, que se ha agotado la oferta porque eran unidades limitadas tal y como se indica en la letra pequeña del folleto.

En el caso de Edreams se sabe que lo publicitado a 30 se convertía en 80 a la hora de pagar al estilo de Pixmania y muchas más. En el caso de Softonic sabemos, lo que nos dedicamos a limpiar de troyanos los ordenadores, que nos da de comer casi tanto como el porno, rojadirecta o las páginas de series online. No hay ni una sola descarga desde esa página que no lleve regalo. Y eso, casi por lógica humana, termina pasando factura aunque por el camino hayan hecho unos cuantos millones de euros proporcionando links a páginas de descargas que están limpias en el origen.

Hace unas semanas terminaba la prueba de la copia chia del Bmw x5 con el coche por los aires con la conclusión de que es, sencillamente, un coche miserable, una estafa y un insulto con cuatro ruedas. Eso sí: 40mil euros menos. !Aquí más barato!, gritaba el importador. Más de uno, con su Shuanghuan recién comprado, lo conducía orgulloso por las autobahn después de buscar un vuelo en edreams, bajar unos troyanos con las supuestas utilidades de softonic y jurar a sus amigos que es más barato y más eficiente que los mismísimos hackers de la Nasa.

No soy capaz de recordar el momento en el que el producto o el servicio dejó de valer menos que la publicidad que lo acompaña. No puedo llegar a comprender cuando la masa de consumidores cayó por el precipicio de la estafa continuada y desvergonzada. Probablemente en el mismo instante en que alguien descubrió que podía hacer negocio vendiendo algo que solo era parecido en la foto y, después, resultaba tan deprimente como las hamburguesas del anuncio al aparecer en el plato.

Alguien descubrió que el ansia de tener algo que uno no es capaz de alcanzar pasa por encima de la lógica.

Entonces aparecieron las empresas "de baratillo" y la obsolescencia programada. Apareció el Seat Ronda y aparecieron antes los que cantaban las canciones inglesas españolizadas, como Mike Rivers antes de ser Miguel Rios. Luego vino la fruta transgénica, las copias de los peluches de moda con piezas que se quedaban en el gaznate de los niños y, más tarde, alguien vio que solamente diciendo que era un comparador más barato o aparecer delante de todo con la coletilla de "gratis" era más rentable que fabricar nada o dar un servicio adicional. Después se envolvía la empresa en un papel de regalo con forma de nuevas tecnologías y se le ponía el sello de "el google español" para llenar la boca del orgullo patrio en los momentos en los que hay que quitarse unas costillas para darse un autárquico placer.

EDreams y Softonic se hunden. Tarde me parece. El lado bueno de todo esto es que dejan espacio, quizá, a empresas (que las hay y muchas) capaces de hacer algo nuevo, de fabricar algo, de dar un servicio de calidad y no seguir ese perfil tan mediterráno de ser El Lazarillo de Tormes 2.0

Pícaros y entrañables, decían. Ladrones, en realidad.

Ya se sabe que para eso de estafar, engañar, sacar un beneficio del trabajo de los demás o vender influencias, amistades o posicionamiento web, somos muy buenos. Tampoco somos los únicos o los mejores.

Que le pregunten al pequeño Nicolás.

Pd: como siempre me resulta triste descubrir las cantidades de dinero que han ido ganando los falsificadores en general, los estafadores o los constructores que abusaban del pladur. Por una parte debido a la infame falta de rigor de los consumidores en general, incapaces de pensar en la honestidad o no, la legalidad o no de quienes les proporcionan un producto o servicio. Por otra me llena de gran cólera ver caer a grandes profesionales arrasados por campañas de marketing de vendedores de humo. Tengo un amigo que dice que no hay que vender mejor producto sino hacer más marketing porque la experiencia de la compra es sensitiva. Yo le respondo, entre sorna y decepción, que no hay que hacer el amor a los clientes para lograr más ventas ni tratarles como retrasados porque un buen trabajo es suficiente para no tener que prostituirse.

Sigo creyendo que el producto debería de estar por encima de todo y, como en otras muchas cosas, me equivoco.

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